martes, 30 de octubre de 2007

B

Todo comenzó y terminó cuando aquella mujer arrojó las muchas cartas por la ventana jurando no volver a verlo jamás. Su rostro estaba colerizado y medio azul por la ira.

Unos minutos después de contemplar como caían los papeles desde el tercer piso, se sentó a pensar en todo lo que había sucedido horas atrás.

Los malos y sobre todo los buenos recuerdos inundaban su viejo y enfermo corazón. La tristeza no tardó en llegar.

Entre tanto dar vueltas al asunto, llamó a su mayordomo con voz firme:

- ¡Bartolomé! –gritó Contenia- ¡Tráeme una botella del whisky más caro que encuentres! Bartolomé corrió rápidamente hacia el dormitorio de la mujer, y contrariado le dijo:

- Sra. usted no se encuentra en condiciones para beber.

- ¿Y a ti desde cuando se te pide la opinión? -Le reclamó molesta- ¿Acaso no sabes que la única forma de pasar las penas del corazón es con una buena botella de whisky?

Bartolomé salió a tropezones de la habitación y procuró volver enseguida con el encargó de su patrona.

No pasaron más de veinte minutos cuando el mayordomo volvió con la famosa botella. La abrió y sirvió el vaso hasta la mitad.

- Eres el único hombre fiel y honesto que queda en esta cuidad.

Bartolomé salió enseguida y cerró la puerta. La mujer mientras, en el otro lado, lloraba de furia, luego de pena, luego avergonzada. No lograba comprender cómo ni por qué el hombre que ella había amado toda la vida se marchaba con otra. Tenía el corazón abierto o tal vez le faltaba la mitad, la pena y la angustia inundaban su noche y todas las noches pasadas y futuras.

Trascurrida ya unas horas y decidida a dar termino a su sufrimiento se puso de pie y abrió el guardarropa. Cogió de entre sus cosas una pequeña botella con un líquido azul en el interior que se movía espesamente. Con más de media botella en el cuerpo y sin razón para vivir, pudo adivinar cual era su fin.

Se sentó nuevamente junto a la ventana y continuó bebiendo, sabía que debía estar muy ebria para llevar a cabo su cometido. Pensó en ella, en su juventud, es la inocencia que no tenía, en la soledad que la embargaba. Seguía sufriendo, pero insólitamente parecía disfrutarlo. Sirvió en el vaso el líquido espeso y luego rellenó con whisky lo que faltaba. Esperó unos minutos antes de injerir la mortal bebida Mientras encontraba el valor para dar final a su tristeza, un manto de sueño de apoderó de ella, y quedó ahí, dulcemente dormida.

A la mañana siguiente y con las ideas más claras, sabía que la muerte no era la solución. A pesar de ello la congoja no se marchaba. No recordaba tampoco si el incidente con el extraño líquido azul había sucedido o no, el whisky le había borrado la memoria. No dio crédito a sus dudas y sin mediar bebió el único vaso de whisky que había en la mesa.

Lentamente comenzó a sentir que la respiración le faltaba, lentamente su rostro palideció y lentamente cayó su cuerpo sin vida en el piso de su fría y desolada habitación.


acym.

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